La banda sonora de esta ciudad es una canción de Björk desquiciada. En ella se juntan las incansables bocinas de los taxis suicidas, el ruido de los coches brincando sobre las placas de metal que esconden los baches del maltrecho asfalto de la jungla de cristal y la melodía agonizante de la Lambada proveniente de un carrito de los helados. Es también el constante run- run de los aires acondicionados que salvan a los neoyorquinos de una más que segura muerte por asfixia.
A menos que no se sea fan incondicional de la mujer de ojos rasgados a veces vale la pena abandonar durante unas horas el paraíso de los rascacielos para recuperar el significado del silencio. Aunque se tengan que hacer tres horas de camino en tren y un viaje con un taxista de obtusa visión americanocéntrica del mundo.
A menos que no se sea fan incondicional de la mujer de ojos rasgados a veces vale la pena abandonar durante unas horas el paraíso de los rascacielos para recuperar el significado del silencio. Aunque se tengan que hacer tres horas de camino en tren y un viaje con un taxista de obtusa visión americanocéntrica del mundo.
PD: Y ahora venid todos los fans de Björk y quemarme con el fuego de vuestra furia...