
Siempre he sido bastante estricta con la puntualidad. No me gusta llegar tarde ni al trabajo ni a las citas y si por algún motivo eso sucede procuro siempre avisar antes. Sin embargo, desde que puse los pies aquí es raro el día que llego puntual a algún sitio. La respuesta a tan magna catástrofe es clara: el metro. A menos que no seas un ricachón...