Baltimore, MD

sábado, 24 de abril de 2010

Cuando iba al colegio tenía un profesor muy sabio que solía decir que el día que los chinos se levantasen acababan con nosotros. No lo faltaba razón. En cualquier ciudad americana que se precie existe un Chinatown, porque ellos van a dominar el mundo. De momento han empezado por controlar los sistemas de autobuses que te llevan desde NY a cualquier otra ciudad cercana por un módico precio y en ocasiones hasta con internet gratis.

Así, transportada por los denominados “autobuses de los chinos” llegué a la ciudad que tiene el honor de ser mi primer contacto con la América profunda: Baltimore, Maryland. Esta pequeña ciudad portuaria es conocida por sus cangrejos (que, oh paradojas de la vida, son traídos desde North Carolina). También tiene el privilegio de ser la ciudad natal del bizarro John Waters, conocido por haber dirigido la mítica primera versión de Hairspray o Cry Baby.

Baltimore tiene también otro gran atractivo: estar considerada la segunda ciudad más peligrosa de Estados Unidos después de Detroit con una media de 220 homicidios al año.

Sin embargo, el mejor de sus encantos es que era una de las pocas ciudades de la gira americana de The XX donde aún quedaban entradas a la venda. Ni cortas ni perezosas Miss Washington y yo tomamos las determinación que la banda de pipiolos británicos se merecían que rindiéramos culto a Baltimore, Maryland, cuna de la subcultura.

Alertada por mi hermano, seguidor acérrimo de la serie The Wire, basada en el mundo criminal de Baltimore, llegué a la ciudad agarrando con fuerza mi mochila, esperando oír disparos sobrevolando mi cabeza y rezando porque ninguno de ellos impactara en mi cámara nueva.

Nada de eso sucedió pero pronto descubrimos que hay algo que puede dar más miedo que las balas: el bizarrismo extremo y el kitsch. Desde los bancos para esperar el autobús, donde se puede leer el autoestimulante lema “Baltimore, the greatest city in America”, hasta las extrañas figuras de porcelana de un gato y un pescado en un cesto pasando por un dinner con forma de barco todo huele a naftalina en la ciudad que vio morir a Edgar Allan Poe. Así que, tras un par de horas, nos dimos cuenta que la presencia de dos turistas por esos lares era un hecho sorprendente.

Nuestra imagen de cándidas europeas perdidas ( sólo en apariencia) ha provocado que taxistas con ínfulas de Lionel Richie solicitaran nuestra amistad encarecidamente, que hippies con atuendos de lobos de mar nos dieran clases de magistrales de genios del jazz en tiendas clandestinas de vinilos y que mujeres en decadente estado físico y precaria salud dental nos indicaran el camino a la casa-museo de Poe mediante gritos en el barrio más chungo de todo Baltimore mientras los colegas que vagabundeaban por las calles nos miraban como si viniéramos de Marte.

En Baltimore he aprendido que el transporte público fuera de Nueva York sólo es para los pobres (el 30% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza).

En Baltimore he aprendido que yo vivo en una burbuja que se llama Nueva York. 

4 comentarios:

miq dijo...

Bombolla beneïda, aquesta nostra de Nova York.
:)

25 de abril de 2010, 7:59
Susux dijo...

tendríamos que habernos hecho amigas de la mujer experta en edgar allan poe y de precaria salud dental.

25 de abril de 2010, 10:20
Àlex Cubero dijo...

yo creo que ellos estaban más asustados que vosotras… europeas liberales! vade retro!!!

25 de abril de 2010, 11:57
nacho dijo...

tanto como acérrimo no diria........eso si, yo destacaria la inusual capacidad que tengo para tragarme cualquier serie/programa siempre que sea americana....y cuanto más mejor!!

25 de abril de 2010, 13:24

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