Para arañarte mejor

miércoles, 17 de febrero de 2010



Mi abuela solía decir que tengo manos de pianista. Yo, en mi afán de ser polifacética, empecé a dar clases de tan elegante instrumento. Finalmente lo dejé por inconsistencia y porque las tengo tan pequeñas que a duras penas me alcanzaban para hacer una octava. 
Sin embargo, para que mis manos sigan teniendo la belleza que mi abuela un día vio en ellas me pinto las uñas de tanto en tanto. Antes de partir ya me avisaron que la manicura es en este santo país un must. En cada rincón te encuentras un local repleto de chinas eficientes que te liman y abrillantan con esmero y te quitan todas las cutículas habidas y por haber. Algo sorprendente puesto que en Barcelona hacerse la manicura, al menos eso había entendido yo hasta el momento, era cosa de mujeres de edad respetable y no de niñatas como yo que aún adoran sus muñecos de Fraggle Rock.
La cuestión es que en un nuevo triple mortal a los que me estoy acostumbrando desde que llegué, el otro día visité impulsada por unos amigos el bar Beauty, un peculiar lugar donde te hacen las uñas mientras de tomas tu cocktail. Este hecho, sin duda gracioso, entraña ciertos aspectos que pueden hacer de esta manicura un peligro. El primero deriva de la más que evidente falta de luz de este excéntrico lugar que guarda recuerdos de lo que antes fue un salón de belleza. El segundo es que te puede tocar una “manicurera” que se encuentre en estado de embriaguez evidente. Mis amigas se quedaron con la ruda muchacha tatuada de Texas, yo con la candidata a gótica del año que se tomaba su copaza de vino mientras me limaba las uñas e intentaba darme conversación. 
Gracias al efecto del cocktail “Shampoo” que me había tomado previamente puede alejar de mí la sospecha, después realidad, de que la simpática ojerosa me estaba pintando las uñas a clapas. Todas mis esperanzas de recuperar mi feminidad perdida desde que llegué y acabar arañando algún hombre de buen ver en plan sensual se hicieron añicos nada más salir del local. Lo que tenía que ser una portentosa manicura era en realidad un homenaje delirante al cubismo y el customismo gracias a un esmalte apelotonado y unas simpáticas burbujas decorativas en los extremos de las uñas.  Me calé el gorro hasta los ojos, metí mis avergonzadas manos en los bolsillos gigantes de mi abrigo no menos gigante y pensé que, “ben mirat”, tampoco está nada mal conservar el aire teenager a lo Spinelli



2 comentarios:

Manuela dijo...

Jajajaja.... caray con la gótica

18 de febrero de 2010, 6:10
Àlex Cubero dijo...

muy bueno el post, Aleja jejeje

19 de febrero de 2010, 7:55

Publicar un comentario