Music is power

sábado, 13 de febrero de 2010

Una de mis películas favoritas es High Fidelity de Stephen Frears. Por lo que me parece haber oído durante estos años no soy la única que la considera un fetiche y son muchos los que adoran las listas musicales de su protagonista.
Aunque nunca he llegado a poder clasificar las cinco mejores canciones de la historia, me falta sabiduría musical y memoria de elefante, ni escoger las cinco canciones que quiero que suenen en mi funeral pero no puedo negar que uno momentos y personas de mi vida a través de melodías.
La música francesa es para mi padre y su manera de tararearla distraídamente. Elton John es mi madre cantando en el coche y el mítico momento de mi infancia en que me convertí en estrella de un espectáculo infantil en un club de esquí vestida de cocodrilo. Todas las versiones de Allellujah de Leonard Cohen están dedicadas a mi hermano. La discografía de Tom Waits está reservada para rupturas sentimentales, para los instantes  drama queen en los que, aun sabiendo de antemano que ni es tan difícil ni es tan duro superarlo, me gustaría tener más tolerancia al alcohol para ahogar mis penas en whisky como lo haría el cantante californiano. Salamanca es Karma Police y Last Kiss, dos canciones demasiado sentimentales para seis meses que se resumen en fiesta y la mejor comida jamás probada. Love of Lesbian es la banda que me convirtió en groupie y solidificó, si se podía más, mis relaciones humanísticas. Jarvis Cocker es para cada momento del día y un gran Summercase con la mejor compañía. Joan Miquel Oliver, Manel y cantar “Al mar” a grito hasta que me miran mal los asistentes a un concierto me recuerdan a mi mitad periodística, más morena y pequeña que yo (sí, es posible) pero trescientas mil veces mejor de lo que yo nunca llegaré a ser.
Nueva York también tiene su momento musical. Empezó con Aracade Fire, pues Laika me acompaña en los momentos en los que necesito fuerza, y ahora continúa con música ochentera.
Las primeras semanas de estar aquí cada vez que entraba en un bar los clientes se volvían medio tarumbas, levantaban las copas y cantaban en plan desaforado  Don’t Stop Believing. Daba envidia. Yo no entendía como una canción tan viejuna levantaba tantas pasiones. Poco a poco la canción se me aparecía  cada paso que daba. Finalmente me explicaron el porqué de la comunión espiritual de los beodos americanos con la canción de Journey. Resulta que, lo que ahora es para mí un himno, apareció en el capítulo piloto de Glee, serie musical y bombazo televisivo de esta temporada en Estados Unidos. Para más coincidencia, en la celebración de mi mes como inmigrante en el nuevo continente fui a ver el musical “Rock Of Ages”, un bizarro homenaje al horterismo que marcó los ochenta. Y sí, la canción de Journey es la elegida para el número final.
No os engañaré, al llegar a casa me pasé el disco que nos habían regalado en la presentación para la prensa internacional al iPod y durante una semana la escuché en train. Y, por supuesto empecé a devorar los trece capítulos de Glee.
No contemplo mi vida sin música y el silencio solo lo reservo para mis días Almodóvar. Esos de migrañas crueles y angustiosas que hacen que desee poder realizarme una auto trepanación y que, una vez superadas por el efecto de las pastillas azueles y 12 horas de sueño, me hacen escribir de forma compulsiva. 

PD: Yo también creo que la escucha repetida de pop británico me ha llevado a una malinterpretación del amor ( 500 Days Of Summer, dixit)

3 comentarios:

nacho dijo...

aqui el friki de tu hermano tiene desde no se sabe cuando la discografia entera de Journey aunque sinceramente no se por qué

14 de febrero de 2010, 12:48
Alejandra Palés dijo...

jajajajajjajajajajjajaj! Ese es un secreto que tenías muy bien guardado. Yo sé que es por Glee, a mi no me vas a engañar más.

14 de febrero de 2010, 19:43
Unknown dijo...

Alejandra, yo también soy fanática de High Fidelity -libro, película y, oh, cómo no, John Cusack- y también tengo migrañas. Me he sentido muy identificada con este post. Podríamos hacer una mixtape un día.

Besos desde el país vecino!

15 de febrero de 2010, 7:29

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